La enfermedad de Parkinson (EP) es un trastorno neurodegenerativo que afecta al sistema nervioso de manera crónica y progresiva. Tal y como define la Federación Española de Parkinson, esta patología se caracteriza por la pérdida o degeneración de neuronas en la sustancia negra, una estructura situada en la parte media del cerebro. Esta pérdida provoca una falta de dopamina en el organismo, que hace que el control del movimiento se vea alterado. Así, los síntomas más habituales suelen ser la presencia de temblores en reposo, rigidez o pérdida de habilidad para realizar funciones motoras, entre otros.
Según datos de la Sociedad Española de Neurología, se estima que esta enfermedad afecta a entre 120.000 y 150.000 personas en nuestro país. Se trata de la segunda enfermedad neurodegenerativa más frecuente, después de la enfermedad de Alzheimer.
Si bien esta dolencia es muy frecuente en mayores de 65 años, ésta no es una enfermedad exclusiva de personas maduras. Y es que aunque la prevalencia es muy elevada en esta franja de edad, hasta un 15% de los pacientes tienen menos de 50 años.
El diagnóstico en esta parte de la población presenta ciertas dificultades adicionales. Por un lado, en muchos casos se suele atribuir este tipo de enfermedades degenerativas del sistema nervioso central como una dolencia que sólo afecta a personas mayores, con lo que la sensibilización acerca de ella entre los grupos más jóvenes no suele ser muy elevada.
Además, a esto último se une un cierto desconocimiento de los síntomas de esta enfermedad. Aunque el temblor en reposo es, quizás, uno de los más conocidos, existen otros muchos que se pueden dar en fases iniciales y que pueden actuar como marcadores precoces de esta enfermedad: alteración del olfato, trastorno de conducta del sueño REM, pérdida involuntaria de saliva, estreñimiento, ansiedad o depresión, entre otros.
Todo esto implica que, en sus fases más tempranas, la enfermedad de Parkinson pueda ser difícil de reconocer, lo que puede repercutir en un diagnóstico más tardío. Por eso, si bien ninguno de estos síntomas supone una señal de alerta por sí mismo, en el caso de presentar dos o más síntomas de este tipo es conveniente consultar con un profesional de la salud.